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Descubre la Catedral malagueña desde dentro

¡Nunca imagine que Málaga tuviera una catedral así! Es una expresión habitual entre los visitantes que acompañamos a visitar la Catedral de Málaga.

Al entrar en la plaza del obispo, la bellísima fachada de Nuestra Señora de la Encarnación, sugiere que tal “continente” debe tener un “contenido” de obligada visita. Y así es: nunca defrauda.

Sobre el solar dedicado por los malagueños, desde tiempo inmemorial a distintos cultos religiosos, se levanta este templo, donde Gótico, Renacimiento y Barroco se dan la mano en esta mezcla tan sutil como espectacular, sin estridencias, como una danza…

En su fachada principal, a modo de triple arco triunfal se abren tres puertas, sobre las cuales, la Anunciación en el centro, y ambos lados los Santos Mártires San Ciriaco y Santa Paula (patronos de Málaga), nos dan la bienvenida.

Su única torre-campanario concluida sigue reclamando el protagonismo de este monumento, siendo la construcción más alta de la ciudad.

Dentro, un cúmulo de sensaciones inmediatas: grandiosidad, sorpresa, luz…

Sus capillas, sus vidrieras, tesoros como la Virgen del Rosario de Alonso Cano, la decapitación de San Pablo de Simonet , o el magnífico conjunto de la capilla de la Encarnación de Martín Aldehuela,

Pero si hay alguna obra de arte que no hay que perderse cuando se visita la catedral esa es la sillería del coro (s. XVII), obra culmen de Pedro de Mena, de homogeneidad y elegancia incomparables; y completado un siglo más tarde con los soberbios órganos barrocos… Pero, ¡sí llegan al cielo!

Todo ello hacen de este templo un verdadero museo vivo, repleto de expresión andaluza, y lejos de la frialdad de otras catedrales. Visitarla es un recorrido delicioso por los más de 500 años de historia del monumento.